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Estoicismo y control

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En la filosofía estoica hay un concepto que puede convertir nuestra frustración en aceptación y nuestra ira en comprensión, y que puede ayudarnos a centrar nuestro limitado tiempo en cosas que tengan un impacto real y cambien nuestras vidas, en lugar de en cosas que lo malgasten.

Éste es el concepto estoico de control: no siempre podemos controlar lo que nos ocurre, pero siempre podemos elegir cómo respondemos. Nuestra respuesta es nuestra responsabilidad, es una elección. Hoy exploraremos la antigua filosofía estoica que subyace a este concepto y veremos cómo podemos aplicarla en nuestra vida cotidiana.

El filósofo Epicteto nació en la esclavitud en la antigua Grecia; se le permitió estudiar filosofía estoica con el filósofo Masounius Rufus. Epicteto obtuvo la libertad a los 18 años, poco después de la muerte del emperador Nerón. Con su nueva libertad, se fue a Roma a enseñar su filosofía durante 25 años, hasta que el emperador Domiciano prohibió a los filósofos la entrada en la ciudad porque su libertad de pensamiento era una amenaza para su control del poder. Epicteto abandonó Roma y se trasladó a la recién fundada ciudad de Nicópolis, en la antigua Grecia, donde vivió sencillamente y fundó una escuela filosófica en la que enseñó hasta su muerte por vejez.

Por desgracia, Epicteto no escribió nada sobre su obra. Nos queda, sin embargo, la obra de uno de sus alumnos, Ariano, que escribió las conferencias de Epicteto casi palabra por palabra. De los ocho libros que escribió Arias, se conservan cuatro, que figuran entre los mejores libros de filosofía práctica de la antigüedad: los Discursos de Epicteto, enlazados más abajo en la descripción.

Uno de los principios más importantes de la filosofía estoica de Epicteto era el control.

Enseñó que el camino hacia una vida feliz, que los estoicos llamaban eudaimonía, reside en dos cosas:

Determinar correctamente lo que está bajo nuestro control y lo que no.

Centrarnos en las cosas que podemos controlar y aprender a aceptar las que no podemos.

Esta distinción es importante porque, por mucho que lo intentemos, por muy enfadados o frustrados que estemos, no podemos cambiar las cosas que no podemos controlar. Toda una vida intentando controlar lo incontrolable se convertirá sin duda en una vida de amargura, frustración y esfuerzo inútil.

En cambio, una vida en la que hacemos lo que podemos con lo que tenemos tiene muchas más probabilidades de ser productiva, eficaz, fortalecedora y, en conjunto, más constructiva.

Epicteto dijo:

«La principal tarea en la vida es bastante sencilla: identificar y separar las cosas para poder decirme claramente qué elementos externos no están bajo mi control y cuáles tienen que ver con elecciones que sí puedo controlar. Entonces, ¿dónde debo buscar el bien y el mal? No en elementos externos incontrolables, sino en mí mismo en las elecciones que hago…» – Epicteto, Logos, 2.5.4-5

Este concepto se conoce comúnmente en el estoicismo como la dicotomía del control, llamada así porque las cosas se dividen en lo que puedes controlar y lo que no.

Epicteto fue más allá y describió exactamente lo que está a nuestro alcance y lo que no. También nos ayuda a comprender los peligros de dedicar demasiado tiempo a intentar cambiar lo que no podemos cambiar, y las ventajas de centrarnos en los aspectos de la vida que sí podemos cambiar: en sus escritos Arriano menciona lo siguiente:

«Hay cosas que están dentro de nuestro poder y cosas que están más allá de nuestro poder. Dentro de nuestro poder están nuestras propias opiniones, objetivos, deseos, aversiones; en resumen, nuestros propios pensamientos y acciones. Fuera de nuestro poder están nuestros atributos físicos, la posición en la que hemos nacido, nuestra posición a los ojos de los demás y los honores y títulos que se nos han concedido.

Cuando trabajamos dentro de nuestra esfera de control, somos intrínsecamente libres, independientes y poderosos. Más allá de esa esfera, somos débiles, limitados y dependientes. Si pones tus esperanzas en cosas que no puedes controlar y te apropias de cosas que pertenecen legítimamente a otros, es probable que tropieces, caigas, sufras y culpes a los dioses y a los hombres. Pero si centras tu atención sólo en lo que realmente te concierne y dejas a los demás lo que concierne a los demás, entonces tienes el control de tu vida interior. Nadie podrá dañarte ni obstaculizarte. No tendrás a nadie a quien culpar ni enemigos.  Si quieres paz y satisfacción, tienes que soltar tu apego a todas las cosas que no puedes controlar. Ése es el camino hacia la libertad y la felicidad. Si no sólo quieres paz y satisfacción, sino también poder y riqueza, corres el riesgo de renunciar a lo primero para perseguir lo segundo, y perderás tu libertad y felicidad en el proceso.»

Marco Aurelio escribió una idea similar en su diario, ahora conocido como las Mediaciones,

Ten poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos externos. Date cuenta de ello y encontrarás el poder.

¿Cómo podemos convertir esta práctica estoica en un hábito cotidiano?

Un buen primer paso es entrenar nuestra mente para clasificar rápidamente las cosas que nos rodean y las que tenemos dentro en una de dos categorías. Hacia dentro o hacia fuera, y luego aprender a aceptar las cosas como son hacia fuera y asumir la responsabilidad de todo hacia dentro. Cuando nos equivocamos, sufrimos. Y solemos sufrir de una de estas dos formas, a menudo de ambas:

En primer lugar, intentamos controlar cosas de nuestra vida sobre las que no tenemos control:

Otras personas, sus creencias, pensamientos, acciones y valores.

  • El tiempo
  • Circulación
  • Economía
  • Política
  • El tiempo
  • Etc.

Cuando intentamos controlar lo incontrolable, abogamos por algo sobre lo que no tenemos poder, que tiene poco o ningún efecto y conduce a sentimientos de impotencia, frustración, miedo, ineficacia, amargura e ira. En resumen, sufrimos.

La segunda forma de sufrir es no asumir la responsabilidad de lo que controlamos:

  • Nuestras creencias
  • Nuestros valores
  • Nuestras opiniones
  • Nuestras acciones

Si no nos responsabilizamos de estas cosas, no podemos superar nuestra situación porque no dirigimos nuestra energía hacia donde podemos marcar la diferencia. Estamos atascados. La gente que está atrapada aquí suele quejarse, lloriquear, señalar con el dedo, quejarse y desarrollar una mentalidad de víctima. No es un lugar saludable.

La dicotomía del control nos ayuda a cambiar nuestra perspectiva de dos formas importantes:

  • Cuando somos capaces de reconocer lo que escapa a nuestro control, ya no perdemos tiempo y energía intentando cambiarlo. Lo vemos como es, lo aceptamos y seguimos adelante con lo que podemos controlar.
  • Cuando somos capaces de identificar lo que está bajo nuestro control (nuestras creencias, valores y acciones), podemos centrar nuestro tiempo y energía en actuar y avanzar en esas áreas. Esto nos hace mucho más eficaces y eficientes.

Como dijo Epicteto

«Haz lo mejor que puedas con lo que esté en tu mano, y toma el resto como venga».

Se necesita mucha práctica y un esfuerzo consciente para construir estas vías mentales, pero pronto se convierten en una segunda naturaleza y utilizarás de forma natural estas dos categorías para determinar cómo respondes a los acontecimientos que te rodean de una forma que sea más eficaz y te conduzca a una vida más feliz y resistente.

En su libro A Guide To The Good Life, William Irvine aborda esta cuestión y describe lo siguiente.

Recuerda que entre las cosas sobre las que tenemos el control último están los objetivos que nos fijamos. Creo que cuando un estoico se dedica a cosas sobre las que tiene cierto control, pero no completo, como ganar un partido de tenis, será muy cuidadoso con los objetivos que se fije. Tendrá especial cuidado en fijar objetivos internos y no externos. Así pues, su objetivo en el tenis no es ganar un partido (algo externo sobre lo que sólo tiene un control parcial), sino jugar el partido lo mejor posible (algo interno sobre lo que tiene un control total). Al elegir este objetivo, se ahorra la decepción o la frustración cuando pierde el juego: Como su objetivo no era ganar el partido, no habrá errado el tiro siempre que lo haya hecho lo mejor posible. Su tranquilidad no se verá perturbada.

  • Irvine, Guía de la Buena Vida

Los estoicos recomendarían, por ejemplo, que me preocupara si mi mujer me quiere, aunque sea algo sobre lo que tengo cierto control, pero no completo. Pero si me importa, mi objetivo no debe ser el objetivo externo de hacer que me quiera; por mucho que me esfuerce, puede que no consiga ese objetivo, y entonces me disgustaré mucho. En cambio, mi objetivo debe ser interior: comportarme amablemente lo mejor que pueda. Del mismo modo, mi objetivo en relación con mi jefe debe ser hacer mi trabajo lo mejor posible. Son objetivos que puedo alcanzar independientemente de cómo reaccionen mi mujer y mi jefe ante mis esfuerzos. Al incorporar sus objetivos a su vida cotidiana, el estoico puede mantener la calma mientras se enfrenta a cosas sobre las que sólo tiene un control parcial.

  • Irvine, Guía de la Buena Vida

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