«Cómo pensar como un emperador romano» de Donald Robertson (resumen del libro).

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El libro de Donald Robertson «Cómo pensar como un emperador romano» es una fascinante introducción a una de las mayores figuras de la historia: Marco Aurelio. De ahí el subtítulo: «La filosofía estoica de Marco Aurelio».

«Todo este libro está diseñado para ayudarte a seguir a Marcus para conseguir poder psíquico y una sensación de plenitud más profunda», escribe Robertson. Ha intentado combinar el estoicismo con elementos de la TCC para que puedas incorporar los resultados de la investigación moderna a la filosofía antigua.

«Marco Aurelio se enfrentó a retos colosales durante su reinado como emperador romano. Las Meditaciones son una ventana a su alma a través de la cual podemos ver cómo se guiaba a través de todo ello». A través de esta ventana, quizá podamos aplicar la sabiduría estoica a nuestros retos cotidianos y afrontarlos con mayor eficacia. «Sin embargo», advierte Robertson, «este cambio no desaparecerá. Tenemos que poner en práctica las ideas, como se escribió Marcos a sí mismo,

«No pierdas más tiempo debatiendo lo que debe ser una buena persona; simplemente sé buena».

¿A quién va dirigido el libro Pensar como un emperador romano?

  • Cualquier persona que busque formas de poner en práctica sus valores
  • Cualquier persona interesada en el cambio de conducta y la psicoterapia
  • Cualquiera que sienta curiosidad por las historias y los personajes históricos de la antigua Roma

1. ¿Quién fue el emperador romano Marco Aurelio?

Marco Aurelio fue el último estoico famoso del mundo antiguo.

Aunque Marco empezó a practicar la filosofía a la edad de unos doce años, intensificó su práctica a mediados de la veintena, cuando se dedicó de lleno a convertirse en estoico.

Marco Aurelio era conocido por su fragilidad física debida a problemas crónicos de salud, pero también por su extraordinaria resistencia.

Se repetía a sí mismo que su objetivo en la vida no era el placer, sino la acción.

Marco Aurelio se consideró primero estoico y luego emperador.

Gracias a su madre, amante de la cultura griega, Marco conoció y aprendió filosofía desde muy pequeño.

Le gustaba pasar tiempo en sus casas de campo para recuperarse de la administración del imperio. Cuando escribió las Meditaciones, las escapadas placenteras eran cosa del pasado y pasó su vida lejos de casa, en el frente de las guerras de Marrakech.

«La resiliencia», dice, «viene de ser capaz de recuperar la compostura estés donde estés. Es la «ciudadela interior» a la que puedes retirarte, incluso en los helados campos de batalla de las tierras del norte».

Historia curiosa: de joven emperador, Marco fue tachado de snob y aburrido porque se le veía en los juegos de gladiadores leyendo documentos legales y discutiéndolos con sus consejeros. Le habían dicho que asistiera a estos actos, pero él quería aprovechar el tiempo para ocuparse de los asuntos serios de dirigir el imperio.

¿Sus últimas palabras?

Ve al amanecer, pues yo ya estoy en la cama.

2. la finalidad estoica de la vida

Para los estoicos, esta finalidad [de la vida] se definía como «vivir según la naturaleza», lo que era sinónimo de una vida de sabiduría y virtud.

Para los estoicos, el verdadero objetivo de la vida no es obtener tantos beneficios externos como sea posible, sino utilizar sabiamente lo que obtenemos…. Y lo que es más importante, la búsqueda de estas cosas indiferentes favorecidas [salud, riqueza, posición] nunca debe hacerse a expensas de la virtud.

Es propio de la naturaleza humana desear ciertas cosas en la vida, por ejemplo, el sexo y la comida. La razón nos permite dar un paso atrás y preguntarnos si lo que deseamos es realmente bueno para nosotros. La sabiduría en sí misma tiene un valor único porque nos permite juzgar el valor de las cosas externas: es la fuente del valor de todo lo demás.

Recuerda: Para los estoicos, el fin fundamental de la vida, el bien supremo, es actuar coherentemente según la razón y la virtud.

Lo que importa en la vida no es lo que nos ocurre, sino cómo respondemos a ello. En realidad, la filosofía es un modo de vida, la forma en que elegimos actuar.

Marcos, por ejemplo, «se exhortaba a sí mismo a no distraerse leyendo demasiados libros, sino a centrarse en el objetivo práctico de vivir sabiamente».

Y aunque es natural, la búsqueda de placeres vacíos y fugaces nunca conducirá a la verdadera felicidad. Lo que realmente buscamos es la sensación de auténtica felicidad que los estoicos llamaban eudaimonia.

3. cómo hablar con sabiduría

La diferencia fundamental entre un sofista y un estoico: el primero habla para ganarse la alabanza de su auditorio, el segundo para mejorarlo ayudándole a adquirir sabiduría y virtud.

Mientras que los oradores trataban tradicionalmente de explotar las emociones de sus oyentes, los estoicos hacían hincapié en la descripción deliberada de los hechos en términos claros y sencillos.

Para los estoicos, esta honestidad y sencillez del lenguaje exigía dos cosas básicas: brevedad y objetividad.

Los estoicos adoptaban un enfoque más modesto y se aseguraban de que sus discursos no sólo fueran honestos y sencillos, sino también adaptados a las necesidades del oyente. No tiene sentido hablar honestamente a la gente si no les beneficia.

Corregir los defectos de otra persona, dice Marcus, es como señalar que tiene mal aliento: requiere mucho tacto.

Puesto que el verdadero objetivo de los estoicos es la sabiduría, decir simplemente la verdad puede no ser suficiente. Tenemos que esforzarnos más por comunicarnos sabiamente y expresar las cosas de forma que satisfagan las necesidades del oyente.

En general, debemos atenernos a los hechos y no hacer juicios de valor. Esto ayudará a los demás y a nosotros mismos a estar menos abrumados y estresados.

4. Cómo vivir según tus valores

Marcos escribió que quien desee verdaderamente adquirir sabiduría a través del estoicismo, dará prioridad en su vida al cultivo de su propio carácter y buscará la ayuda de otras personas que compartan los mismos valores.

Platón. dijo que los amantes suelen ser ciegos ante la persona que aman. Como en cierto sentido nos amamos a nosotros mismos por encima de todo, también somos los más ciegos ante nuestros propios defectos. Por eso, a la mayoría de nosotros nos resulta difícil adquirir el autoconocimiento que necesitamos para mejorar nuestra vida.

La solución de Galeno a este problema es encontrar un mentor adecuado en cuya sabiduría y experiencia podamos confiar de verdad.

Aunque no te siga un mentor real, puedes beneficiarte de la idea utilizando tu imaginación.

Escribir las virtudes de un hipotético sabio o las virtudes a las que nosotros mismos aspiramos suele ser un ejercicio muy útil.

Si pensamos en nuestros valores cada día e intentamos describirlos sucintamente, podremos desarrollar una dirección más clara.

Los estoicos dividían el día en tres fases:

Meditación estoica matutina: prepárate para el día y sus retos, pregúntate: «¿Qué haría mi ejemplo?»

Atención plena a lo largo del día: intenta ser consciente constantemente, como si un sabio mentor o maestro te estuviera observando.

Reflexión estoica vespertina: considera cómo fueron las cosas en realidad.

Dato interesante: Marcos conservó una estatuilla de sus maestros después de su muerte.

5. Cómo conquistar el deseo

Cuando lo que te hace feliz se vuelve más importante que lo que es realmente bueno para ti o para tus seres queridos Esta es una receta para el desastre.

Así que tienes que evaluar cuidadosamente tus hábitos y deseos desde el punto de vista global: ¿En qué medida contribuyen realmente estas actividades a tu felicidad a largo plazo o a la sensación de plenitud en tu vida?

En algunos casos, basta con ser consciente de las consecuencias de tu comportamiento y visualizarlas claramente para detenerlo.

Una vez que hayas reconocido las señales de advertencia de un deseo o hábito, también puedes ayudarte a cambiar notando la discrepancia entre tu perspectiva actual y la realidad externa.

También podrías parafrasear a Epicteto y decir: «No son las cosas lo que anhelamos, sino nuestros juicios sobre las cosas». Damos valor a las cosas que nos parecen atractivas.

Marcos se anima a sustituir el sentimiento de deseo por un sentimiento de gratitud. En lugar de desear lo que no tenemos, debemos estar agradecidos por lo que tenemos e imaginar la pérdida de lo que valoramos.

Los estoicos utilizaban a menudo la historia de Hércules para demostrar que no hay nada bueno o admirable en la vida a menos que te esfuerces y experimentes dolor.

6. cómo soportar el dolor

Epicuro acuñó el proverbio «El poco dolor es abominable y el gran dolor no es duradero». Así que puedes aprender a afrontar el dolor diciéndote a ti mismo que no durará mucho si es intenso, o que puedes soportarlo mucho peor si el dolor es crónico.

En otras palabras, el dolor es sólo un sentimiento; lo que importa es cómo respondemos a él.

Si aprendemos a no juzgar el dolor como terrible o dañino, podremos quitarle la máscara del terror y no nos parecerá tan monstruoso.

Este enfoque es una de las estrategias favoritas de Mark para fomentar una actitud de indiferencia estoica. Observar que las cosas cambian, como un río que fluye, puede ayudarnos a debilitar nuestro apego emocional a ellas Alcanzamos la indiferencia hacia las emociones dolorosas, dice, cuando recordamos que las demandas que hacen a nuestra atención son por un tiempo limitado, porque la vida es corta y pronto se acabará.

El dolor es una parte inevitable de la vida y siempre brinda la oportunidad de practicar la virtud.

Marcos dice que «a nadie le ocurre nada que la naturaleza no haya previsto para él». Por ejemplo, la naturaleza nos ha dotado del potencial de resistencia, que podemos ejercitar cuando soportamos el dolor.

7. cómo renunciar al miedo

La meditación prepromesa puede ser útil para afrontar la ira y otras emociones negativas, pero sus técnicas son especialmente apropiadas para afrontar el miedo y la ansiedad. Los estoicos definían el miedo como la expectativa de que ocurra algo malo.

El miedo es esencialmente una emoción orientada al futuro, por lo que es natural que nos enfrentemos a él pensando en el futuro. Inocularnos contra el estrés y la ansiedad preparándonos estoicamente para la adversidad es una de las técnicas más útiles para desarrollar la resiliencia emocional, lo que los psicólogos llaman la capacidad a largo plazo de soportar situaciones estresantes sin agobiarse.

Sabemos por la investigación clínica que el estrés disminuye de forma natural con la exposición repetida. Y esta vulnerabilidad sólo puede imaginarse. Así que si nos enfrentamos a nuestros miedos el tiempo suficiente con nuestra imaginación, desaparecerán, porque la familiaridad engendra indiferencia.

«Tememos más a menudo de lo que nos hieren, y sufrimos más por la imaginación que por la realidad», como dijo Séneca.

8. cómo superar la ira

La ira surge de la idea de que alguien ha sido agraviado o de que alguien ha hecho algo que no debería haber hecho.

No debemos tratar con ira a las personas desagradables y a los enemigos Los estoicos consideran que enfadar a la gente es una prescripción médica Si nadie pusiera a prueba tu paciencia, no tendrías la oportunidad de mostrar virtud en tus relaciones.

Si alguien te odia, dice Marcus, es su problema. Tu única preocupación es evitar algo que merezca la pena odiar.

Nada dura para siempre. Si los acontecimientos del futuro nos parecen insignificantes cuando los recordamos, ¿por qué habríamos de preocuparnos demasiado ahora?

Para Marcus, el antídoto más importante contra la ira es la virtud estoica de la bondad.

Marcus cree que la ira hace más mal que bien.

Los estoicos vivían según la idea de que nadie hace el mal a propósito. Y siempre debemos permanecer abiertos a la posibilidad de que las intenciones de la otra persona no sean malas.

9. cómo prepararse para la muerte

Sócrates decía que la muerte es como un bromista que se pone una máscara terrorífica para asustar a los niños pequeños. El sabio se quita cuidadosamente la máscara y ve que no tiene nada que temer.

Este miedo infantil a la muerte es quizá el mayor azote de nuestras vidas. El miedo a la muerte nos perjudica más que la propia muerte, pues nos convierte en cobardes, mientras que la muerte sólo nos devuelve a la naturaleza.

Puesto que la muerte es una de las cosas más seguras de la vida, debería ser una de las menos temidas por un hombre sabio.

Todas las épocas de la historia nos enseñan la misma lección: nada dura.

Hoy una gota de esperma, mañana un montón de cenizas o huesos.

Todo es diferente, pero al final es lo mismo: individuos sin nombre que se casan, crían hijos, enferman y mueren.

La muerte golpea el palacio del rey igual que golpea la choza del mendigo.

Aprender a morir es desaprender a ser esclavo.

El último capítulo de Pensar como un emperador romano -y mi favorito- trata de la muerte. Se basa en ideas de las Meditaciones y Donald Robertson ha parafraseado maravillosamente las palabras de Marco Aurelio en una especie de monólogo interior. ¡Excelente!

10. cómo aceptar tu destino

Los estoicos querían desarrollar un sano sentido de gratitud por la vida que no pudiera ser cambiado por el apego. Así que se les entrenó para imaginar el cambio y la pérdida con calma, como un río que fluye suavemente a la deriva. La persona sabia ama la vida y agradece las oportunidades que le ofrece, pero acepta que todo cambia y que nada dura para siempre.

Marcos imagina a la propia naturaleza como un médico, como Asclepio, el dios de la medicina, que prescribe pruebas como si fueran remedios dolorosos. Para tomar correctamente la medicina de la naturaleza, debemos aceptar nuestro destino y responder virtuosamente, con valor y autodisciplina, mejorando así nuestro carácter.

La paradoja de aceptar el malestar es que a menudo conduce a menos sufrimiento.

El universo es cambio: la vida es opinión.

¿La naturaleza como médico? Sí, eso es lo que Marcos imaginó cuando se vio desafiado en su vida. Creía que se trataba de tratamientos dolorosos que debía aceptar y a los que debía responder virtuosamente. Qué estrategia tan fantástica.

No luches contra lo que ocurre, sino intenta aceptarlo o incluso abrazarlo: amor fati.

Séneca lo dijo brillantemente: «Eres tan infeliz como crees que eres».